Texto y fotografías: Javier Fraiz

El músico errante que Julio Cortázar captura en El Perseguidor se bajó del escenario para vivir para siempre en los muros (Bird Lives!, rezaron varios grafitis en Nueva York a título póstumo) y en la eternidad de los discos y bibliotecas, donde cada matiz por sucio que parezca contradice el diagnóstico forense de aquel hombre de 34 años que dejó un cadáver anciano: úlcera de estómago, neumonía, cirrosis hepática y un definitivo ataque al corazón pusieron fin al mayor talento de la música del siglo XX . Nadie amplió nunca los márgenes del pentagrama como Charlie Parker. Nadie amplió de tal manera los márgenes de la vida. La profunda «devoción» por Bird, de cuya muerte se cumplen ya 60 años, inspira el último trabajo de uno de los nombres principales del jazz en la actualidad, situado entre la reinvención y la pleitesía del genio. Rudresh Mahanthappa, el mejor saxofonista del momento para la Asociación de Periodistas de Jazz de Estados Unidos, exhibió en el Festival de Jazz de Lugo un muestrario de canciones propias que evocan la impulsividad del genio Charlie Parker.

Crónica de Rudresh Mahanthappa, Festival de Jazz de Lugo. 10 de noviembre de 2015

«Bird Calls», su último trabajo, recoge esa filosofía; actualizando el legado de la leyenda. La publicación de cabecera Downbeat distingue la composición como el mejor álbum de 2015 y a su creador, como el saxofonista alto de referencia. La ciudad gallega disfrutaba este martes de uno de los grandes conciertos del programa. El día en que subió al parnaso Alain Toussaint (sin menciones expresas del artista porque, tal vez, como dijo Woody Allen, es mejor pasar a la posteridad por no morirse que por dejar un legado), estaba lleno el Círculo das Artes, un recinto con un decorado clásico donde despuntaron los fraseos boperos del quinteto de Rudresh.

Vibraba el público con el intercambio de solos y el juego de contrapuntos entre el líder, con chaqueta de tweed y casi una obsesión por ajustar la boquilla cada poco, y el trompetista Adam O’Farrill, un prodigio de solo 21 años. Ya lo dejó claro Ornette Coleman al asentar que «las mejores declaraciones sobre el alma se expresaron con el saxofón«. Habló con elocuencia el saxo alto de Rudresh, un indio nacido en la ciudad italiana de Treste que se crió en Colorado, se formó en Berklee y sabe enhebrar el jazz progresivo con el sonido asiático que lleva en el genoma.

Crónica de Rudresh Mahanthappa, Festival de Jazz de Lugo. 10 de noviembre de 2015

Tienen presencia y volumen los tres acompañantes de la sección rítmica. El pianista comenzó solo una balada en unos de los bises del final, mientras que François Moutin al contrabajo percutió durante toda la noche las cuatro cuerdas, en el preciso momento, como si restallara un látigo para ordenar el ritmo de trabajo. Su pelo rebelde se movía como la brisa que agita las briznas sin arrancar ni una. Dictó la pauta el batería, encargado además de cerrar las frases de confluencia con grandes estallidos de caja y charles.
«Pasé mi primera semana en Nueva York gastando el primer sueldo del mes en buscar a Charlie Parker», declaró Miles Davis para la posterioridad. Años lleva Mahanthappa puliendo su «feliz devoción» por Bird. Con una revisión de tal calibre, el legado está garantizado. Efectivamente, aún vive.

 

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